Todos conocemos los perjuicios que representan para la salud las
adicciones. El tabaquismo ha sido combatido con cierta eficacia por normas
imperativas que han arrinconado socialmente a los fumadores, al punto que,
fumar es hoy dificultoso y hasta humillante; pero no por eso deja de cautivar a
millones de seres humanos en el mundo. La comida chatarra es hoy la gran
adicción de multitudes que padecen obesidad, pero que no pueden abandonar el
hábito por que el cuerpo del obeso se encuentra arrinconado por las llamadas
grasas saturadas que le envenenan y le generan angustia si decide abandonar la
adicción. En síntesis, las adicciones generan un circulo vicioso en el cuerpo
que te va destruyendo poco a poco los equilibrios fisiológicos del cuerpo.
En materia sociopolítica también
se da este fenómeno de las adicciones del modo que pasaré a explicar.
Los seres humanos en nuestro afán
de vivir en el mundo, buscamos comprender la realidad y proyectarnos en el
tiempo. Usando de la inteligencia que disponemos, utilizamos dos mecanismos
para ello; hacemos un escrutinio de la realidad que nos rodea para tener un
diagnóstico de la misma, y proyectamos una realidad futura. Lo sano es que esa
realidad proyectada sea consecuente con las circunstancias de la contingencia
que nos toca vivir. Si proyectamos un futuro que no pondere adecuadamente
nuestra circunstancia presente, es muy posible que la realidad proyectada no se
transforme jamás en realidad. Nos basamos en una realidad descriptiva – el ser
de las cosas- para proyectar una realidad prescriptiva – el deber ser de las
cosas-.
El formarse un juicio de la
realidad, no resulta cosa tan sencilla. Se necesita un arsenal de información para
que ese juicio de la realidad atine a describir lo que realmente son las cosas.
Ese arsenal de información es el fruto de un trabajoso afán de las generaciones
de seres humanos que nos han precedido; afán que se remonta desde que el homo
erectus se proyectó fisiológicamente en lo que hoy somos. Pero sucede a menudo en
el devenir de la historia que la realidad nos supera con sus cambios, y la
perplejidad que deriva de esos cambios gatilla un bloqueo de la inteligencia.
Algo así sucede hoy en el mundo. Los cambios tecnológicos de las últimas décadas
han sido de tal envergadura, que el mismo hombre con sus acciones, ha generado
una realidad artificial sustituta a la que fisiológicamente estábamos
preparados para comprender. Circunstancias basales donde nos desenvolvemos tales
como la familia, el estado o sociedad política, el comercio, el entorno natural,
el modo de ganarse la vida; tienen una fisonomía completamente distinta a la
que tenían en la época de nuestros padres, abuelos y bisabuelos; que muy a menudo
no comprendemos. Nuestra programación mental tiene una secuencia histórica y la
capacidad de mutación de nuestra psique demanda generaciones.
¿Qué deberíamos hacer como
individuos o como sociedad para superar esta perplejidad? Detenernos,
ensimismarnos individual y colectivamente, investigar, reflexionar; y en base a
un juicio prudencial proyectar un futuro que sustituya los errores que hemos
cometido en las últimas décadas y aproveche las oportunidades que ofrece las
maravillas de la creación divina y de la creación humana.
Pero esa conducta no la percibo
suficientemente en el mundo contemporáneo. Más bien lo que percibo es una
peligrosa adicción a la irrealidad.
El círculo vicioso de un obeso es
que tiene una condición adversa de exceso de grasas en el cuerpo por consumir
comida chatarra, y cuando su organismo le demanda energía, su cuerpo le provee
los lípidos que almacena. Y como los lípidos que almacena provienen de grasas
saturadas, entonces fluye a su torrente sanguíneo lípidos con elementos tóxicos
que le generan malestar; y debe ceder a su adicción de comer más comida
chatarra para superar su malestar y así sucesivamente hasta demoler los
equilibrios de su organismo, y generarle los costos sanitarios, sociales y
sicológicos de ser obeso mórbido.
Así sucede con las ilusiones
irreales en nuestro país y en el mundo contemporáneo:
Ejemplo 1) los males del mundo
son por el sistema neoliberal y la solución, sustituirlo por un sistema
socialista de “solidaridad” social. Pero se ha comprobado que eso no funciona
histórica y fácticamente en el mundo contemporáneo. Cruzamos el túnel del
Cristo Redentor y nos damos cuenta que el socialismo argentino provee pobreza,
discordia, injusticia y malestar desconocidos para nosotros. No importa esa
realidad. Agreguemos más irrealidad; es cuestión de calidad de gestión. Nosotros
lo haremos bien y ellos lo hacen mal. Más socialismo nos llevará al verdadero
socialismo, aquel socialismo de las ensoñaciones utópicas.
Ejemplo 2) Los males de Chile se
deben a la constitución de Pinochet. Hay que sustituirla. Pero la constitución
de Pinochet, que no es de Pinochet, no dice nada más ni nada menos que lo que
dicen todas las constituciones que han existido en la historia de Chile y en el
mundo contemporáneo. No; responden los irrealistas; debatiremos todo y sustituiremos
todos los rasgos “autoritarios” de ese texto que es la causa de nuestras
desgracias. Pero aquello traerá más discordia que la que ahora soportamos, y
los problemas de Chile y del mundo son otros y seguirán pendientes. No importa;
aferrémonos con fe a esta irrealidad para seguir adelante y alimentemos esa
irrealidad con nuevas irrealidades.
Ejemplo 3) Existe una pandemia.
Pero sucede que la enfermedad propagada no genera un número significativo de
víctimas para que esa enfermedad pueda denominarse pandemia. No importa. Los
protocolos así lo señalan y la OMS así lo ha decretado. Se detecta la
enfermedad a través del examen de PCR. Pero la ciencia dura señala que el PCR
no detecta enfermedades virales y prueba de ello es que los positivos al examen
en su enorme mayoría no hacen esa ni ninguna enfermedad. No importa; tomemos
decisiones de salud pública basadas en ese dato. Pero sucede que las medidas
sanitarias adoptadas encierro, mascarilla y vacuna; no eliminan ni moderan la
propagación de la enfermedad y evitan lo que científicamente se conoce como
inmunidad de rebaño. No importa; la irrealidad está ya internalizada y se debe
justificar con nuevas irrealidades. Pero el daño a la convivencia social, a la
economía de las familias etc. etc. etc. No importa; sigamos adelante.
¿Qué hacer para recobrar el
equilibrio? Mi receta: la humildad. Lo que los creyentes llamamos el santo
temor de Dios, que para un no creyente es una conducta casi incomprensible.
Sapere aude diría Kant. Todas las recetas se resumen en una: ¡detengamos esta
locura!
mayo de 2021