miércoles, 27 de enero de 2021

PERSPECTIVAS PESIMISTA, OPTIMISTA Y BENEVOLENTE

 

 

1.       Perspectiva pesimista

El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente; Lord Acton

Vivimos tiempos rudos. Una agenda globalista se impone en EEUU y conquista la presidencia de ese país luego de un tensionamiento que pocas veces se había visto en el proceso eleccionario. Hay datos que permiten conjeturar que ha existido fraude electoral, pero no se pudo acreditar en los canales institucionales formales que el triunfo de Biden se basara en ese fraude. Así las cosas, el provecto presidente asume rodeado de la desconfianza y hostilidad de la mitad de la ciudadanía norteamericana, no solo por la poca pulcritud de su triunfo, si no por la condición agobiantemente totalitaria de su principal pilar de apoyo: la información que expiden los mass media; ex medios de información, hoy medios de adoctrinamiento masivo. Es evidente que los canales de televisión abierta y la prensa escrita, antaño pingües negocios, hoy no son capaces de generar números azules en su operación y son subvencionados con oscuras fuentes financieras provenientes de poderes facticos presumiblemente originados en las Hight Tech. De otro modo no se entiende su alineamiento riguroso all over the world. Las pautas son de una irritante uniformidad en todos los medios de comunicación masiva de todo el mundo, al punto que nadie que tenga una mínima capacidad de crítica puede pretender obtener de ellos una información ecuánime y seria de los acontecimientos políticos mundiales.

Pero el mayor peligro no radica en estos medios de adoctrinamiento cuya influencia social declina por razones tecnológicas. Lo peor de este proyecto totalitario, es que un consorcio conformado por las empresas de servicios de internet que representan el 90% o más del mercado, se encuentran alineados e impulsando el proyecto político globalista.

El mundo quedó perplejo cuando estos medios, luego de un burdo espectáculo escenificado como asalto al capitolio de los partidarios del presidente Trump, le prohibieron expresarse al hombre formalmente más poderoso del planeta. Ni en la época de los totalitarismos euroasiáticos del siglo XX el control de propaganda había ostentado tal poder. En efecto, cuando los Nazis quemaron el Reichstag y culparon de ello a los comunistas, nadie en occidente dejó de recibir noticias que analizaban críticamente las explicaciones del gobierno nazi. Hoy, no hay un solo medio de prensa masivo que en sus noticias o en sus columnistas denuncie lo que es absolutamente evidente: el supuesto asalto al capitolio ha sido un burdo engaño.

Resumen: Nunca en la historia del estado moderno se había visto un control en tal grado total y unívoco de la prensa y de todo medio de difusión de información. Una ficción se transforma en realidad de una manera rápida y certera gracias al control férreo de las pautas de prensa. La pandemia ha sido un ejercicio de enlace y coordinación de transformar una ficción (pandemia que no lo es) en la mente de los receptores, en algo real; y las agraviantes decisiones de la burocracia sanitaria como algo que nos protege y beneficia.

La libertad que el sistema republicano democrático de separación de poderes; de pesos y contrapesos en la distribución del poder, se encuentra avasallado.


2. Perspectiva optimista

That's one small step for man, one giant leap for mankind; Neil Armstrong

Vivimos tiempos de maravillosa expansión de la inteligencia y la sabiduría humana sin precedentes. Hoy, quienquiera, tiene acceso a adquirir los conocimientos que nunca antes estuvieron a disposición ni siquiera de los hombres más poderosos y sabios del planeta. La trayectoria humana ha ido acumulando conocimientos que permiten al hombre de toda clase, estirpe, raza y ubicación en el planeta disponer de ellos, con unidades de esfuerzo personal muy reducidos.

La comida, el vestido, la vivienda digna, la capacidad para desplazarse sin peligro, las facilidades del comercio que permiten a personas de un rincón del planeta intercambiar bienes y servicios con personas que se encuentran en otro extremo del mundo; son bienes y oportunidades que se encuentran a disposición de un porcentaje de la población infinitamente mayor que en siglos precedentes. El hambre, la enfermedad, las carencias, la precariedad; afectan hoy en menor medida y a una mínima porción de la población humana, y se baten en retirada.

Los medios tecnológicos permiten la cooperación humana de una manera que hasta hace 20 años eran impensables. Los avances y descubrimientos, en poco tiempo están a disposición asequible de un alto porcentaje de la humanidad.

Vivir hoy es una experiencia sorprendente, comparada con épocas de la historia donde la vida humana estaba marcada por la uniformidad y rutina.

 

3. Perspectiva benevolente

Gloria en las alturas a Dios y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad; Lucas 2:14

La palabra benevolencia es una más en nuestro espléndido idioma castellano, que nos revela un estado espiritual muy sofisticado. Solo los espíritus finos y trabajados son capaces de la benevolencia. Mientras menos benevolentes somos, menos humanos y más animalescos. Pero estamos en general mal dispuestos a la benevolencia.

¿Cómo ser benevolentes con Lenin y Hitler que fueron causa suficiente y necesaria del mal que ocurrió a tantos inocentes? ¿Cómo ser benevolentes con quienes buscan destruir o perjudicar lo que amamos y valoramos? ¿Cómo ser benevolentes con quienes nos traicionan?

Ser benevolente – a mi juicio- no es tener la pasividad de un monje ni ser tolerante pasivo con los errores del mundo. Ser Benevolente es asumir una actitud de escrutinio de la realidad, a fin de entender las causas de los fenómenos, antes de enjuiciar estos fenómenos.

En el ámbito de nuestras relaciones sociales y por consecuencia políticas, la benevolencia nos obliga -antes de enjuiciar a nuestros adversarios- escrutar las causas de sus conductas. En el mundo contemporáneo, diseñado conforme a la visión del mundo de la ilustración el valor de la tolerancia nos obliga a convivir con quienes tienen una opinión diferente y a veces antagónica a la nuestra. El optimismo y el pesimismo es una emoción que proyecta un juicio sobre la realidad. La benevolencia es una actitud moral, funcional a construir un juicio de la realidad más fino, que nos permite convivir con los antagonismos sin falsos pesimismos ni optimismos. Esta convivencia con los antagonismos como señalé, no necesariamente nos trasmutará en monjes tibetanos pasivos y tolerantes con el error y la injusticia, pero si moderará nuestra reacción emocional. Las emociones son el principal enemigo del éxito en la guerra y la contienda.

Esta verdad está consagrada en El Arte de la Guerra de Sun Tzu, en El Príncipe de Maquiavelo, en el Bhagavad Guita. Todos ellos se refieren con lujo de detalle a la benevolencia como herramienta del éxito en la contienda.

Templado el juicio por la benevolencia, podremos concluir que el optimismo y el pesimismo consignado en los párrafos precedentes resultan algo pueriles. Mi invitación no es a la pasividad de juicio ni de praxis. Propongo la benevolencia para un juicio de mejor calidad. Al amparo de la célebre frase de Ortega, Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo, la benevolencia me permitirá identificar de mejor manera esa circunstancia para la tarea de salvarme a mí mismo.

 

lunes, 25 de enero de 2021

DESDE EL WE THE PEOPLE, AL ESTADO PATERNAL

 


Un hito en la historia de la humanidad, es la redacción de la constitución de los Estados Unidos de Norteamérica en 1787. El encabezado de ese documento es, Nosotros el Pueblo. Ese título ha reflejado un cambio radical en la modalidad de ejercicio del poder político. Dejaba simbólicamente atrás la modalidad vertical y sumisa de la obediencia al soberano, para reemplazarlos por el ejercicio de lo que hoy nos es tan trivial, que parece hemos olvidado: la soberanía popular.

Se concibe desde entonces, que el pueblo es el que le otorga poder al Estado. Delega en él funciones y le impone límites a su ejercicio. La doctrina de la soberanía popular se resume en una fórmula jurídica que hoy se haya olvidada como un libro viejo: El Estado solo puede hacer lo que le está permitido; Los individuos pueden hacer todo lo que no se encuentra prohibido.

Viajé a EEUU en 1998 y junto a mis hijos - niños entonces – y visité a Disneyworld en la ciudad de Orlando, me llamó poderosamente la atención que en esos parques de diversiones había altoparlantes que con una voz femenina seductora repetían como una letanía “cuide sus pasos”. Me chocó porque pensé que visitaba el país de la libertad y por consecuencia de la responsabilidad personal; ¿por qué tenían que advertirme algo de evidente responsabilidad personal?. Ese mensaje daba cuenta que el We the People se encontraba algo olvidado por los norteamericanos. Más se parecía aquello a la Alemania comunista o campo de concentración de Pol Pot en Camboya. Me explicaron que era para evitar responsabilidades civiles del dueño del parque, en eventos de accidentes. Como soy abogado, entendí entonces que una sociedad de mercado siempre hay un abogado que quiere hacer más dificultosa la vida de todos.

Cuando sucedió el terremoto y Tsunami de 2010 en nuestro país, supimos que la burocracia estatal había formulado protocolos de procedimientos (concepto que hoy nos es tan familiar) que no es otra cosa que recomendaciones a las personas para que cuiden su seguridad personal y familiar, en un evento como el señalado. Pero entre la estulticia periodística, el paternalismo político de políticos protectores del pueblo, se formó la idea fuerza, que era el Estado quien debía decirte de manera paternal e imperativa, lo que tenías que hacer en caso de un terremoto. Como el Estado no les dio directrices claras se aduce, fallecieron varias personas por efectos del maremoto de entonces.

Este fenómeno basado en un juicio que hacen muchas personas, me resulta particularmente chocante porque implica una cesión de mi soberanía personal hacia un ente impersonal: El Estado. Pero en conjunto de circunstancias han ido provocando que las personas no solo no se resistan a que alguien vele por ellas, sino además reclaman porque no lo hace con suficiente fuerza. No solo les acomoda ser esclavos, sino que además piden grilletes más cortos.

Los episodios de la pandemia y del reciente aviso del fallido supuesto maremoto, nos permite emitir dos juicios: El primero jocoso, porque el mensaje dirigido a los celulares era un especie de “cajita feliz” de control estatal: recomendaba distanciamiento social por el covid y arrancar del supuesto maremoto; todo en uno. Y el segundo, la confirmación de lo que venimos pregonando desde siempre los enemigos del totalitarismo estatal: El Estado en particular y la burocracia en general es intrínsecamente ineficaz para administrar las disyuntivas que naturalmente les corresponden a los individuos. Todas las intervenciones estatales en estas materias son como película de los tres chiflados: meten la pata en el balde, se resbalan y caen y provocan risa en los espectadores.

¿El remedio para esto? Quitarle las prerrogativas al Estado de conducir nuestras vidas y recordar que esto nació de Nosotros, el Pueblo, y que al Estado solo le debe corresponder hacer lo que los individuos no podemos hacer. Cuidar nuestra salud cuando circula una enfermedad potencialmente grave, o separarnos de la costa del mar cuando el mar se recoge después de un terremoto, es de exclusiva responsabilidad de los hombres y mujeres adultos y la responsabilidad sobre los niños recae exclusivamente sobre sus padres . Si no es así tendremos peor salud, como esta sucediendo con las consecuencias de la pandemia estatalmente controlada, y perderemos el tiempo y/o la vida por hacerle caso al Gran Hermano en caso de maremoto.

¡Burócratas: fuera de mi vida personal!

 

jueves, 14 de enero de 2021

LA BARBARIE DEL ESPECIALISMO Y EL CORONAVIRUS

 

Me perturba el fenómeno político que estamos viviendo derivado de la existencia de la presunta pandemia. Me perturba porque no lo entiendo. Cuando no entendemos un fenómeno no sabemos a qué atenernos. La vida se hace procelosa e inestable. La inteligencia inspirada en el escrutinio racional de la realidad debería darnos la respuesta de la causalidad que el fenómeno manifiesta. Pero esa causalidad es hoy evasiva y muy difícil de encontrar. Las decisiones trágicamente erradas de la historia (por ejemplo; la decisión de Napoleón de atacar Rusia; la declaración de guerra de Alemania en 1914) siempre tienen un componente de estulticia. Pero no de pura estupidez. Hay algo más que debemos escarbar hasta sacarnos las uñas en el esfuerzo. La realidad siempre está compuesta de infinitos pormenores. Es el caso de este fenómeno. El objetivo de estas letras es escarbar esa realidad escurridiza.

¿Qué parte del fenómeno no entiendo? No entiendo la razonabilidad de las decisiones políticas en torno al tema. Es tan evidente que las decisiones adoptadas son contrarias al bien común, que no veo la causa suficiente por la cual se adoptan[1]. Se declara pandemia a una gripe viral como han existido desde siempre en el pasado y existirán por siempre en el futuro. La burocracia sanitaria mundial cambia parámetros (hace solo cuatro años) para que una gripe no letal, sea declarada pandemia y se activen todas las medidas de control de la población, tal y como estuviésemos en presencia de la peste bubónica antes que esta hubiese sido erradicada por la ciencia. Incomprensiblemente las naciones del mundo (incluidas las gobernadas por personas inteligentes y aparentemente decentes) se pliegan a esta declaración manifiestamente errada. Se usa un procedimiento de detección (el llamado PCR) cuyo inventor declaró que no era idóneo para detectar virus tipo corona. Tan poco idóneo es, que la inmensa mayoría de las personas que dan positivo, no manifiestan ningún síntoma de la presunta enfermedad. No obstante lo anterior y en circunstancias que nadie del establishment pone en cuestión la inanidad del examen del pcr, se toman decisiones agraviantes a los derechos humanos más básicos[2], teniendo presente el número de presuntamente infectados -que no lo son necesariamente- sin tener presente que el despreciable porcentaje de la población muestreada manifiestamente no representa un fundamento sólido para adoptar una decisión tan grave que afecta a la población sana. La supuesta[3] letalidad de la enfermedad es irrelevante según reconoce la misma burocracia. Tan incidente o menor que la de una gripe común. ¿Por qué esta orquestada campaña de aterrorizar a la población? ¿Por qué los encierros? ¿Por qué la paralización del comercio?

No. No creo en teorías de la conspiración del gran reseteo mundial. Es una explicación demasiado sencilla. No niego que existan conspiradores que siempre los hay. No niego que hay iluminados ingenieros sociales que ven extasiados que la economía mundial y las redes de convivencia social se desplomen, pera así permitir rediseñar el mundo desde cero. Pero no creo que la casi totalidad de las voluntades articuladas en esta mega decisión política sean partícipes de una conspiración. Soy más pesimista aun, que la conspiración como causa basal.

Creo que el mundo está afectado por una verdadera pandemia intelectual de muy difícil tratamiento. Mi perspectiva me indica que esta es una manifestación de la barbarie del especialismo[4], el último estadio de una degradación de las perspectivas intelectuales, causada por los excesos de la ilustración.

Las ideas nacen como descubrimiento y representación mental del mundo; crecen, se reproducen, envejecen y mueren. Y este fenómeno se debe a que la realidad del mundo está compuesta de infinitud de pormenores que van escrutando esas ideas juveniles, las que van siendo progresivamente cuestionadas y cayendo en su decrepitud.

Casi todo nuestro entorno cultural, está inspirado en las ideas de la ilustración. Estás ideas, desde hace dos siglos y algo más, han venido cambiando el mundo, y han ido paulatinamente desplazando la visión del mundo trascendente que le precedió. La ilustración, nacida en Europa, coloniza el mundo y lo fue cambiando gracias a la ciencia; y la ciencia se hizo posible gracias a la especialización de formas de ver el mundo, especialismo que hizo posible las destrezas y dominio de áreas del saber y la ciencia. La filosofía como ciencia del conocimiento universal, fue desplazada por arcaica, y sus cultores se tornaron, más que inspiradores de conductas, en especialistas en áreas del saber filosófico. Por eso hoy, hablar de filosofía es hablar en difícil. Para ser aceptados, los filósofos deben conducirse como especialistas, bajo apercibimiento de ser calificados de diletantes si pretenden una visión holística de la realidad.

 Vivimos en un mundo donde el especialista manda. Ese hombre hermético a la realidad global, pero seguro de sí mismo por el dominio de su área de conocimiento. El comportamiento del especialista, en política, en arte, en los usos sociales, en las otras ciencias; tomará posiciones de primitivo, de ignorantísimo; pero las tomará con energía y suficiencia; sin admitir — y esto es lo paradójico — especialistas de esas cosas. Al especializarlo, la civilización le ha hecho hermético y satisfecho dentro de su limitación; pero esta misma sensación íntima de dominio y valía le llevará a querer predominar fuera de su especialidad. Se comportará sin cualificación y como hombre-masa en casi todas las esferas de vida. La advertencia no es vaga. Quienquiera puede observar la estupidez con que piensan, juzgan y actúan hoy en política, en arte, en religión y en los problemas generales de la vida y el mundo los "hombres de ciencia", y claro es tras ellos, médicos, ingenieros, financieros, profesores, etcétera. Esa condición de "no escuchar", de no someterse a instancias superiores que reiteradamente he presentado como característica del hombre-masa, llega al colmo precisamente en estos hombres parcialmente cualificados. Ellos simbolizan, y en gran parte constituyen, el imperio actual de las masas, y su barbarie es la causa inmediata de la desmoralización colectiva[5].

La carta de presentación de esta barbarie y la causa de su arrogante autoconfianza, es la tecnología moderna. ¡Podríamos vencer la muerte si nos lo proponemos! declara desafiante. Pero su tecnología -supuestamente al servicio del hombre- degrada precisamente la humanidad de los individuos. Vivimos más, pero no sabemos para qué.

El desiderátum de esta mentalidad se ha desnudado con el episodio de la “pandemia”. Debemos obediencia a los especialistas que son los que saben, pero como en el cuento del aprendiz de brujo, estos especialistas están, frente a nuestros ojos, demoliendo la sociedad y privándonos del valor más sagrado: la libertad.

Mi pesimismo es radical. Porque creo que este extravío no se solucionará solo con que uno o más líderes locales o mundiales, le saquen el capirote a estos magos de un golpe, y retomen la normalidad inspirada en el sentido común. La solución es mucho más compleja: Es preciso superar las ideas ilustradas; superar la superespecialidad y recuperar la sabiduría holística que alguna vez representó la religión y la filosofía. Es preciso que la inteligencia se reenfoque a la visión del todo, y que la política recupere su virtud basal: La prudencia. De no ser así, estos afiebrados episodios se irán repitiendo con mayor periodicidad hasta la destrucción del hombre y del planeta.



[1] Decenas de millones de personas sin trabajo, sin ingresos, inestabilidad social derivada de lo anterior, endeudamiento de los Estados a niveles nunca antes vistos, angustia, soledad, muerte segura para los senescentes, caos y pobreza

[2] Libertad personal; libertad de trabajo; libertad de desplazamiento; derecho a la salud etc.

[3] Los fallecidos de Covd19 son principalmente fallecidos por muerte natural con covid19

[4] Término acuñado por José Ortega y Gasset, en el penúltimo capítulo de su libro La Rebelión de las Masas. Luego de 20 años leyendo ese libro me doy cuenta que todo el entorno de la denuncia de Ortega gira en torno a este fenómeno.

[5] Ibidem